Ambos sentidos de la relación son posibles porque hombre y tecnología se han retroalimentado desde que el fuego sirvió para mejorar la calidad de vida de nuestros ancestros. Sin embargo, y trayendo a nuestra historia personal esta interacción, es posible observar desde la década del 60, como la velocidad con que avanza la tecnología, ha dejado, al menos a gran parte de nosotros, sin poder alcanzar a “dominarla” completamente antes de que un nuevo cambio se produzca.
Fue justamente entre 1960 y 1970, cuando todavía usábamos el teléfono con “manija” para poder conectarnos a una central telefónica desde donde una operadora realizaba manualmente la operación de contactarnos con el número deseado. La telefonía era un bien muy valioso que no todos poseían, El valor fundamental residía en la capacidad que nos otorgaba para poder comunicarnos por cuestiones de índole personal y comercial que requerían ser realizados de manera muy veloz. Para el resto de las comunicaciones seguía teniendo un rol central la correspondencia tradicional. He aquí la primera gran brecha comunicacional.
La comunicación radial y escrita en sus diversos formatos, impregnaban nuestras vidas siendo la unica manera de estar informado, escuchar música, emocionarse con un radioteatro, y volar con la imaginación hasta lugares remotos. Incluso hasta fines de la década del 70, la radio ocupaba el lugar central en la estructura familiar.
De manera paralela al decaimiento de la cultura radial avanzaba estrepitosamente la cultura televisiva y con ella un nuevo paradigma: la revelación de la imagen para transmitir, para sentir...para SER. Nos invadió la imagen y "nos vimos" en ella. Desplazó a la radio y se instaló en nuestros hogares para permitirnos, con un click, "controlar"lo que era agradable a nuestros ojos. No es lo mismo hablar de hambre....que verlo.
El desarrollo de la telefonía, y particularmente en nuestro país, el primer paso hacia la globalización comunicacional fue sin duda, el traspaso de la empresa telefónica del estado al sector privado. Esto es todo un hito en la historia de la telefonía en nuestro país, porque pudimos acceder fácilmente a los aparatos y a una tecnología que ya era parte de la Sociedad de la Información en Europa. Generó mas acceso a mas personas igualando las posibilidades.
A partir de entonces hemos ido heredando o tal vez copiando, por necesidad, por consumismo, por sentido de pertenencia a esta sociedad tan cambiante, todo lo que los países llamados de avanzada, particularmente los del Grupo de los Siete, nos han ido imponiendo.
La idea de Poder y Bienestar asociada al uso de la tecnología forma parte de nuestro imaginario colectivo.
A partir de la década del 90, la Sociedad de la Información ( SI) que se venía gestando en Europa conjuntamente con Estados Unidos principalmente, como un proyecto, (Levis, 2009) destinado, al menos en palabras, a la integración de los mercados y al mejoramiento de la calidad educativa y de las competencias individuales y colectivas, para un mayor cuidado del ambiente, erradicación de enfermedades, igualdad de oportunidades para todos los hombres y aumento y mejoramiento de las fuentes de trabajo; nos fue atravesando social, laboral y personalmente de manera casi imperceptible al comienzo y como un alud en los últimos diez años. La Revolución comenzó en los 60, imperceptible para los países en desarrollo o subdesarrollados que no intervenían en guerra fría alguna y no “manejaban” el poder de la información en manos de unos pocos altos mandos militares, pero llegó a nosotros cuando los gobiernos vieron la posibilidad de “crear” un nuevo paradigma: la SI.
La Televisión, único medio que había invadido los hogares y transformado nuestras vidas hasta entonces ocupando el lugar de un integrante más, fue modificando su tecnología, pero no sus posibilidades de uso limitado a la mera observación.
La era digital cambia observación por interacción. Y allí reside su gran poder.
El uso de Chips como almacenadores de datos suplantó a cualquier agenda conocida y ocupó un lugar preponderante en nuestras vidas. Casi todo lo que poseemos, intelectualmente hablando, está en alguna “memoria” digital, es decir en algún chip.
Nuestro futuro...¿Guardará los Chips de nuestra civilización?
Como describe Castell,(1995) la revolución tecnológica, cuyo fundamento es la disponibilidad, el acceso, la circulación y el manejo de la información, ha transformado las dimensiones fundamentales de la vida humana: Tiempo y espacio.
Eso nos ha permitido lo impensable: suprimir fronteras. Podemos compartir espacios de diálogo y formar parte de comunidades virtuales, intercambiar opiniones, conocimientos, hacer nuevos amigos, formar parte de grupos de interés, estudiar una carrera universitaria, y hasta enamorarnos.
La paradoja es, que esta falta de fronteras, esta posibilidad de tener el mundo en una pantalla, nos ha encerrado en una habitación con una ventana que nos muestra infinitos paisajes. Ventana virtual, por cierto.
Como individuos hemos progresado en habilidades prácticas, cognitivas y capacidades requeridas por esta sociedad del conocimiento mutante, pero nos hemos aislando de las personas “reales”, ya que, a diferencia del televisor, ni siquiera se “mira” en familia. Los Simpsom, por cierto, emblemática representación de la familia tipo de clase media norteamericana, han caído en la obsolencia.
Nuestros trabajos también dependen, mayoritariamente del uso de ordenadores. Los usamos para transferir datos, realizar trámites personales, bancarios, policiales o de identidad, para realizar transacciones comerciales, operar en la bolsa, preparar y dar charlas y clases, como también para presentar trabajos, trabajar en equipos “virtuales”, entre tantas otras posibilidades.
Toda "nuestra información" viaja en un pen drive, sin el cual, nos quedamos, casi, sin charla, o clase, o presentación en un evento educativo o comercial.
Nuestra vida cotidiana se liga en casi todo punto con la tecnología asociada a la información y los modos de circulación de la misma.
Estas transformaciones , nuestros modos de relacionarnos, nuestra inversión de tiempo, nuestra forma de organizar, producir y gestionar la información necesaria para trabajar, es producto de algo, que como bien explica Castell, es mas amplio y abarcativo que sólo un flujo de información. Es un cambio paradigmático que como toda revolución, la Tecnológica también ha provocado.
Sin embargo. Junto a este cambio paradigmático y la dependencia artefactual que esta revolución ha provocado, existe un mundo paralelo que, tal como describe Diego Levis en su charla, no accede a la alimentación básica, mucho menos a la salud. No son pocos, ni están alejados de nuestro entorno. Son los marginados: individuos, comunidades y países, regiones del mundo, y también de nuestra ciudad o nuestra provincia; que no tienen acceso a las condiciones mínimas para una vida digna.
En este mundo globalizado, el paradigma de la SI, el Proyecto creado por las convenciones de los poderosos, bajo los supuestos de que asistiríamos a la “creación” de una Sociedad justa, equitativa y segura, ha sido un fracaso total, al menos hasta hoy, la globalización, producto de esa Si ha generado una brecha que no sólo es digital, sino social, en la que el centro de atención y preocupación, ya no es la posibilidad acceso, sino la Exclusión que el mismo generó.
La nueva era de bienestar prometida para la sociedad informacional, como expone Diego Levis, también en su charla, es hasta hoy un slogan publicitario en el que tal vez…nos mantengan prisioneros y muy alejados por cierto de la computopía que imaginó Masuda.
Mientras seguimos acrecentando memoria digital, e información en la Biblioteca de Babel que es la RED, en las periferias del mundo se mueven las masas excluidas que por el momento no han generado Convenciones para la inclusión.
BIBLIOGRAFÍA
- Castells, Manuel; La era de la información (1997; Tomo I, Economía, Sociedad y Cultura, Prólogo: "La red y yo".